INVESTIGACIÓN

Estudios sobre la violencia hacia niños, niñas y adolescentes

En Argentina, el 13 de noviembre es el Día Nacional de la lucha contra el grooming, fecha que refiere a su incorporación al Código Penal en el año 2013 mediante la Ley 26.904, que lo reconoce como una forma de abuso sexual que se realiza a través medios digitales. Además, el 19 de noviembre es el Día Mundial para la Prevención del Abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Estas temáticas son abordadas por la Mag. Georgina Russo Sierra, psicóloga y becaria doctoral del CONICET en el ISHIR.


Georgina Russo Sierra lleva adelante un proyecto de investigación que busca analizar las formas de violencia presentes en la cotidianidad de tres escuelas del nivel medio de la ciudad de Rosario.

Según datos arrojados por Unicef en el año 2024, 1 de cada 5 mujeres, y 1 de cada 6 varones han sufrido abusos sexuales antes de los 18 años. “Para pensar en prevenir primero tenemos que comprender de qué hablamos cuando nos referimos al abuso sexual” señala la becaria, y explica:

“El abuso sexual ocurre cuando un niño, niña o adolescente (NNoA) es utilizado para la estimulación sexual de un adulto, o de alguien significativamente mayor. Implica toda interacción sexual en la que el consentimiento no existe o no puede ser dado porque el niño/a o adolescente no entiende plenamente ni está preparado desde el punto de vista madurativo y psíquico para procesar y descargar las excitaciones sexuales como una persona adulta. Para que haya consentimiento, es necesario comprender a que está acordando, con conocimiento y convencimiento de aquello a lo que dice que sí.”

“El abuso se caracteriza por una asimetría en el conocimiento y de poder respecto de la sexualidad, de la cual el NNoA no puede sustraerse, negarse o protegerse. Puede ocurrir con o sin contacto físico. En este sentido, contactar a un NNoA por internet con intenciones sexuales, como sucede en el grooming, también constituye una forma de abuso sexual. El objetivo puede ser conseguir material íntimo (como fotos o videos) o manipular para un encuentro presencial. Pero, aunque ese encuentro no se concrete, el solo hecho de utilizar y buscar someter sexualmente a un menor, ya es abuso”.

Los inicios en la investigación

Georgina Russo es psicóloga, egresada de la UNR, magister en Psicología en Educación. Actualmente es becaria del CONICET con lugar de trabajo en el ISHIR y su tesis doctoral está dirigida por la Dra. Marcela Pais Andrade y co-dirigida por la Dra. Laura Ana Cardini.

“Cuando iba ya a la escuela secundaria, asistía al Hogar del Huérfano, en el marco de un voluntariado, estuve varios años ahí, desde los 16 a los 20, yendo los fines de semana. Luego cerró por casos de abuso sexual y eso me generó un gran impacto” cuenta Georgina Russo, quien añade que ese impacto y el interés en el tema continuaron durante sus estudios de grado, instancia en donde se incorporó en el último año de la carrera a un grupo de estudio con Bettina Calvi, una de las pioneras en investigación en abuso sexual que estudió con Silvia Bleichmar, que hizo una de las primeras tesis en abuso sexual desde el enfoque psicoanalítico. Bettina abrió un grupo de estudio, y ahí se empezó a formar con ella, en infancia y adolescencia, traumatismo, abuso.

Nombrar para diferenciar

Decir abuso sexual infantil engloba un sujeto y un predicado, y se puede llegar a entender de manera errónea a qué se refiere. “Cuando se dice abuso sexual infantil, adema, se pierde de vista el agresor en esa manera de nombrarlo, o sea, en el abuso hay un adulto o hay alguien significativamente mayor que ese niño o niña o adolescente, ese agresor es quien comete un delito y de ese modo se invisibiliza.

La discusión se amplía también en el modo de referirse, y aparecen las opciones de utilizar “abuso sexual contra niños y niñas adolescentes” y “violencia sexual”. “Preferimos nombrarlo como violencia, ya que esta palabra marca de un modo más certero el impacto que tiene esta situación en niños, niñas y adolescentes.

¿Cómo podemos prevenirlo?

A esta pregunta, Georgina señala: “Brindando información accesible y adecuada a la edad para que niños, niñas y adolescentes puedan reconocer estas formas de violencia y pedir ayuda. En este sentido, en nuestro país contamos con una herramienta muy poderosa: el Programa Nacional de Educación Sexual Integral, más conocida como “ESI” que desde sus dimensiones centrales -la perspectiva de género, de derechos y diversidad, el cuidado del cuerpo y la salud y la valoración de la afectividad- busca problematizar las relaciones de poder, las normas sociales y culturales que habilitan las violencias. También es importante promover conocimientos y cuidados sobre el propio cuerpo y los demás, la construcción progresiva de la categoría de lo íntimo, del consentimiento y del respeto mutuo desde el conocimiento y la expresión de los sentires”

“Cuando la ESI se trabaja en la escuela, se generan espacios de confianza donde las infancias y adolescencias puedan hablar, preguntar, pedir ayuda, dónde se rompa el pacto de silencio al que el abuso somete, y se permita la apertura a un proceso de reparación de derechos. Por eso la ESI es una política pública que protege, previene y habilita el cuidado en las escuelas, pero no puede asumir esta tarea sola. Necesitamos que toda la sociedad de involucre y de instituciones de protección presentes y con sentido, para que la tarea preventiva y reparadora de la escuela no quede limitada” indica Georgina Russo Sierra.

Actividades realizadas

El 17 de octubre, la becaria Georgina Russo Sierra fue invitada a exponer en el Segundo Congreso Internacional sobre Abuso Sexual en la Infancia (CIASI) que se desarrolló en la UBA. Su ponencia se tituló: "Prevenir desde la ESI: desafíos y sentidos de una práctica de cuidado en la escuela", que formó parte del panel “La develación del abuso sexual en las instituciones".

“En mi exposición presenté a la ESI como una herramienta para la prevención del abuso desde sus cinco dimensiones centrales: la perspectiva de género y de derechos, valorar la diversidad, la afectividad y cuidado del cuerpo y la salud. No sólo desde el enfoque de que habilitaría a la develación de una situación si un niño, niña o adolescente la estuviese vivenciando, sino que nos permite pensar en una escuela que eduque para la construcción de vínculos cuidados y respetuosos.

Por otro lado, la becaria también se refirió a las limitaciones en su implementación ligado en parte a la deslegitimación de esta política pública, los temores de docentes a la hora de notificar estas situaciones, el descreimiento respecto de instituciones de protección entre otras. “Es importante poder pensarla como un proyecto político de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes, que necesita de una articulación en red con otras instituciones para su cumplimiento efectivo” indica.